miércoles, 4 de mayo de 2011

El hada

Existió una vez un hermoso bosque en el cual habitaban elfos, hadas, duendes y todas las criaturas fantásticas imaginables. Aquel bosque se hallaba lleno de luz y en él habitaba un hada de negros cabellos y ojos azules, de tamaño pequeño y alas púrpuras. Aquella hada estaba enamorada de un duende y se dedicaba a observarlo a escondidas. El duende, que se sentía observado, un día se enfadó y puso una enorme jaula justo en el sitio donde ella se ocultaba cuando lo miraba, de forma que cuando fue a espiarle la jaula la atrapó y quedó presa enfrente de la casa del duende. El duende ni siquiera fue a mirar qué era lo que había capturado, simplemente la dejó allí sin saber que la había convertido en su prisionera. El hada lloraba todos los días, pues quería librarse de aquella jaula, pero a la vez era lo único que la permitía estar cerca de su amado.
Un día, la jaula fue golpeada por un enorme pie. El hada, asustada, levantó la cabeza hacia arriba y vio a un joven humano, que acto seguido tomó la jaula y la abrió.
- No sé que hacías ahí, pero vivirás mejor en libertad pequeña mía. - Fue lo que el joven dijo.
El hada se mostró muy agradecida, pero el joven se iba corriendo y no la estaba dejando agradecérselo como era debido. Entonces ella le siguió y llegó a una cabaña en el centro del bosque. El joven había cerrado la puerta, por lo que ella no pudo entrar, pero sí pudo asomarse a su ventana y ver al joven realizando un bonito dibujo. El hada quedó prendada de su forma de dibujar y fue regresando todos los días a verle. Fue olvidando al duende y el daño que le había hecho, pues en ella ahora sólo habían ganas de ver dibujar al joven. Y eso fue lo que hizo, hasta que un día el joven se dio cuenta.
- No puedes pasar tu vida pegada a mí ventana. Debes de ver mundo. Márchate pequeña, y sé verdaderamente libre.
El hada, al escuchar estas palabras se marchó muy rápido sobrevolando el hermoso bosque mientras lloraba lágrimas. Las lágrimas que caían de sus ojos eran negras y fueron tiñendo el bosque de negro. El hada voló y voló mientras lloraba y tenía el bosque con aquellas oscuras lágrimas hasta que su cuerpo perdió la capacidad de generar más agua. Entonces fue ella misma la que comenzó a fundirse, cayendo gotas negras de todo su cuerpo, que terminaron de teñir el bosque hasta que ella desapareció. Sus ropas cayeron al suelo, junto a su corazón, y de ello nació un gran árbol, el más grande habido nunca en aquel bosque. Un árbol negro y hermoso que cada año, el mismo día y a la misma hora lloraba lágrimas negras. Un árbol que nunca más se pudo volver a teñir de color.

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