viernes, 29 de abril de 2011

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Te escribo a ti, mi ángel. A ti que eres sin saberlo un ser divino. A ti, con la profundidad de tu mirada, golpeando, lanzando, destruyendo la mía. A ti, mi ángel, ese en quien me apoyo sin que lo sepa, a ti, mi pequeño ángel, ese con los brazos cálidos en los que puedo apoyarme. Mi ángel, la cosa más linda, los olivos con sus frutos naciendo en sus ojos. Mi ángel, el alma que suspira fuerte para salvar un alma débil que lo observa en silencio, mi ángel, que me da tanto miedo, que duele mirar sus ojos directamente, pues su luz es tan fuerte, que podría guiar mil caminos. Mi ángel, ese con las alas de caramelo y los labios sabor salado y dulce, avainillado, suave. Mi ángel, y todo lo que le rodea. Mi ángel, purificando mi alma. Mi ángel, destruyendo mis penas. Mi ángel despierta y me hace despertar. Mi ángel sufre y me hace llorar. Mi ángel no llores. Mi ángel ríe y ya no existen penas. Mi ángel, ríe, ríe y que te oiga el mundo, ríe para calmar mi tristeza, ríe para que viva. Ríe mi ángel, pues tu risa es mi vida. Te escribo a ti, mi ángel, para sacarte una sonrisa, para ver de nuevo tu luz, para sentir tus alas acariciando mi piel. Te escribo, mi ángel dulce con sabor amargo, pues existes puro en mí, pues no estás solo, pues te amo, mi ángel.

Cállame

Cállame ahora que estoy a punto de gritar. Cállame ante mis latidos, cállame ante mi soledad. Cállame cuando no ría, cállame cuando no llore. Cállame en los momentos tristes, y grítame en los momentos alegres, bésame cuando amanezca, mátame si me estremezco. Cállame porque no hago más que hablar, cállame cuando no calle y me quieras besar, cállame silencios, bríndame locura, mátame de vicio, mata mi amargura. Calla mis pecados, juzga mis virtudes, vierte en mis labios el sabor de tus verdades. Miente con tautologías, destruye toda lógica, ralla el diamante con espurnas de plástico blando y que caiga el cielo al suelo y que llueva tierra en Marte y que canten las sirenas en países sin mares, en desiertos sin sombras. Cállame de vicio, cállame de amor, cállame lo imposible, cállame las verdades y grítame las mentiras.

miércoles, 13 de abril de 2011

La ciudad bajo el hielo

Se inundan. Se inundan las calles de la ciudad más hermosa del mundo, quedan sepultadas bajo el agua, cada vez se ven menos, cada vez se sumen más y más en la más remota oscuridad. Y yo, amor mío, yo observo como mueren, como caen, como son sepultadas por ese peso líquido, por esa agua cruel y amarga, por esos ríos que no saben ver que existe vida en la ciudad. La ciudad muere bajo el agua, que poco a poco se convierte en hielo, congelándola sin saber que tenía vida, que había felicidad, belleza, esperanza. Todo queda ahora congelado por el hielo que destruye, que quema, que mata poco a poco, disfrutando como se disfruta del dolor de arrancar un pellejo, disfrutando con un ligero orgasmo de muerte, quitando cada resquicio de vida de la ciudad hasta paralizarla. Y yo, amor mío, yo miro como goza, como muere de placer mientras la ciudad queda sepultada, paralizada, y llora levemente, convirtiendo el hielo en escarcha, intentando salir, mientras el hielo vuelve a congelar sus lágrimas, vuelve a esconderla, a sepultarla, a hacerla desaparecer, a convertirla en nada. Amor mío, si vieses el hielo que la cubre llorarías. Amor mío, si vieses la nada en la que se sume sufrirías. Amor mío, la ciudad se muere bajo el hielo, sálvala amor. Sálvala.