martes, 5 de mayo de 2009

Ignore

De sus ojos caían dos lágrimas,
lágrimas simples, con sabor a sal,
recorrían sus rostro,
y se dejaban evaporar.
De su boca no salían sonrisas,
tenían un pacto con sus labios,
decían que no volverían
si el no aparecía.
De su cuerpo y su corazón salía frio,
y hasta el más cálido verano era frío a su lado,
jamás mitigaría,
si él no aparecía.
Y le observaba absente,
y le volvía a mirar,
y él se sentía observado
pero no la veía,
pues sus pupilas se habían acostumbrado
a que ella no existía.
Y él sentía pena,
y no la sabía asociar,
no sabía que era
porque ella de pena estaba muerta,
no sabía de todo el amor
que ella le quería dar.
Y así ella lloraba,
lloraba porque le amaba,
lloraba porque sabía jamás le tendría,
y a él sin saberlo su pena llegaba.
Y el cielo de ella se cubría de gris,
y las rosas se llenaban de espinas,
pero él no sabía que debía entrar en su vida,
y ella seguía observándole,
y él seguía triste,
sin saber que ella le quería,
sin saber que ella existía.