viernes, 1 de enero de 2010

Ángel.

"No sientas más dolor", le dijo el ángel a la doncella, "yo te cuidaré". Mientras susurraba estas palabras le limpiaba la lágrima que le caía a la damita por la mejilla, y sus ojos azules, casi tan transparentes como el agua del más limpio lago, expresaban la gran tristeza que sentía. "Déjame que te bese los labios", decía ella mientras alargaba su mano hacia la mejilla del ángel. "No quiero hacerte más daño, soy un ángel, no puedo ofrecerte lo mismo que un humano". "Besame y acaba con mi dolor".
Y mientras la besaba todas las heridas del corazón de la dama se sanaron, y su piel se volvió más blanca, y crecieron un par de alas de luz en su espalda, que les envolvieron a los dos en un profundo amor...
Y entonces la damita despertó de su sueño y miró con pena por la ventana. Necesitaba a su ángel.

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