jueves, 28 de octubre de 2010

Y allí...

Y allí está su corazón, allí, en el fondo de la nada. En el fondo de la nada su corazón se ensombrece día a día, y sus ojos se empañan de lágrimas, su cuerpo de nostalgia. Su corazón le desea, su cuerpo le desea, sus labios le desean. Le ama. Le ama con la mayor fuerza jamás creada. Le ama a cada suspiro. Y contempla su corazón sufrir, lleno rebosantemente de un amor que no puede dar, que le es imposible dar. Tiene miedo. Tiene miedo de mirar sus ojos, porque sabe que cada vez que los mira pasa el tripe de tiempo llorando. Pero a la vez le gusta ese dolor y por eso no resiste y les echa una ojeada. Y entonces ocurre. Y vuelve a llorar, y a temblar. Su cuerpo se estremece con una sola ráfaga de aire. Allí está, llorando, temblando, temiendo. Amando. Le ama. Le ama tanto que podría morir de amor. Le ama tanto que podría someterse a cualquiera de sus palabras. Le ama tanto que se deshace en lágrimas. Y va muriendo lentamente.

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