miércoles, 6 de octubre de 2010

Día idiota.

Hoy te has dado cuenta de que le echas de menos. Así, sin más. Mirando un mapa del metro has caído en que le echas de menos. No has hecho nada más que recorrer todas las líneas multicolor con los ojos, e imaginado como sería la trayectoria del metro por esas rayas que, aparentemente, parecen distancias cortas y luego, en la aplicación práctica, son demasiado largas. Entonces te has dado cuenta de que le echas de menos, y has apartado la mirada corriendo, sí, justo cuando has leído el nombre de la estación en la que bajabas, recorrías la distancia y te perdías en su boca. Entonces te das cuenta, te apetece perderte en su boca. Te da igual todo, es patético. Tu corazón se está apoderando de tu cerebro. Demasiado patético. No puede ser cierto, no puedes echarle de menos, no, después de tanto tiempo, no después de tantas cosas, no puedes. Y lo cierto es que por una milésima de segundo, al leer el nombre de la estación, has evocado sus besos. Eres idiota, piensas mientras te sientas en un banco y esperas a que llegue tu tren. Demasiado idiota. Sobretodo porque al sentarte lo has vuelto a hacer. Has vuelto a evocarlos. Idiota.

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