viernes, 13 de agosto de 2010

Del corazón, el amor y otras idioteces

Latidos. Van rápidos. Se confunden con el sonido de mi respiración. Va temblando, va temblando. Se para. Se acelera. Se vuelve a parar. Y sufre. Sufre. Quiere más. Dame más, está pidiendo. Quiero unirme al suyo, me murmura. Cállate, le digo, ¿no ves que eres el único que está gritando aquí? Grito para que me escuche. No quiero que te escuche, deja de gritar. Entonces, si no me escuchas a mí, ¿a quién escucharás? ¿al de arriba? Sabes que, quizás te de soluciones más cuerdas, pero ni la mitad de placenteras, ni la mitad de agradables que las que te daré yo, dice. Ya...pero es que en ocasiones tus soluciones me hacen sufrir, le contesto. Sabes que soy parte de ti, por tanto, yo también sufro, me espeta. Cállate...eres un órgano vital y punto.
Pero en el fondo sé que es algo más que eso. No es que hable sola, esa es la conversación que mantendría yo con mi corazón si consiguiese algún día cobrar vida y hablarme. Le preguntaría que coño es el amor, dónde se situa, en que parte de mi cuerpo, si es bueno o malo sentirlo, si el mismo corazón tiene algo que ver, o simplemente son todo patrañas. Y si es algo en lo que merece la pena creer.
Para mí la merece, aunque sufras, aunque llores, aunque te rebajes, aunque te destroces...La merece. Sentir toda esa cadena de sensaciones, de reacciones, sentir la evolución dentro de ti, lo merece. El amor es algo tan químico que no sólo es químico. Es tan místico que no sólo es místico. Es tan biológico que no sólo es biológico. El amor tiene tantas fases, tantas caras, quizás el amor sea el sentimiento más complejo que pueda existir.
Decimos que los animales no sienten amor, siendo nosotros mismos animales. Decimos que los animales no sienten amor, pero sólo ellos lo saben. El amor es tan complejo que no tiene un punto fijo en el cerebro. El amor es una droga gratuita. El amor es...el amor son sus ojos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario