martes, 28 de abril de 2009

Ojos

"Mirar sus ojos no suponía sólo mirar, sin sentir nada, y ya está. Mirar sus ojos suponía ver un mundo, un terreno lleno de energía para cuando estabas triste, pues sus ojos no eran una mirada convencional, sus ojos eran de esos que te miraban una vez y se te quedaban grabados para siempre, de esos que sólo te dan dos opciones, amar u odiar, sólo que sus ojos te daban la opción de amar o la opción de quererle tanto que llegabas a odiarle. O le querías, le apreciabas, te parecía de lo mejor, o potenciabas tanto ese sentimiento que le odiabas, le odiabas por que te caía tan bien, pero él a ti ni te miraba, le odiabas porque le querías y él quería a otra persona, le odiabas por odiar, le odiabas por no querer. Pero le odiabas, terriblemente, además. Y después te odiabas a ti mism@ por odiarle de ese modo, porque en el fondo le querías, pero por fuera te reías de sus desgracias intentando convertir todo ese amor en el odio del que antes hablaba. Pero lo cierto era que, independientemente de ser un ser amado u odiado, aquel ser te transmitía demasiada paz como para asumir que un día dejarías de verle, era como uno de esos botones de escape, le das a un botón y te evades, huyes. Pues así era, pero con sus ojos. Mirabas sus ojos, que a primera vista no parecían nada especial, te centrabas en ellos, en encontrar todos sus misterios sin intentar saber nada de su vida, sólo por buscar, y te evadías. Y así te olvidabas de los problemas por un momento, mirando de esa manera sus ojos, y por un momento, un sólo momento en el que aquellos ojos se percataban de que tu mirada les buscaba y se volvían para corresponder te subía una inmensa oleada de felicidad, que se apagaría posteriormente tras haber comprobado que aquellos ojos se habían encontrado con los tuyos por error, pues sabías que jamás poseerías todo aquel pequeño mundo que se escondía en aquellos ojos. Pero seguías fantaseando, y seguías mirando sus ojos, y con aquello te bastabas para ser feliz."

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